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- Volvió a detenerlo la policía. Lo llevaron ante la jueza, que,tras leer su historial, le hizo una pregunta sorprendente: qué deseaba hacer en la vida. Aquel interés lo conmovió. Era la primera vez que alguien con autoridad lo trataba como lo que era: una persona.La jueza lo miró en silencio y, tras unos minutos de reflexión, le propuso: «¿Le gustaría ser escultor?». Tim desconocía el significado de la palabra. La juezase lo explicó y, sin pensárselo demasiado, asintió. Le gustaba dibujar. No debía ser tan difícil. La juez tomó el teléfono, marcó un número y pronunció una frase que supuso un antes y un después en la vida de Tim: «Tengo aquí un buen chico, muy motivado. ¿Podrías tomarlo como aprendiz?».Obtuvo un diploma que lo acreditaba como escultor cantero de piedra. No había cumplido aún los dieciocho años y ya era un obrero cualificado. Fue corriendo a dárselo a lajueza: «iEs para usted! Le dije que lo conseguiría». «No, no, es tuyo», contestó la jueza. «Lo he conseguido gracias a usted. Es suyo», replicó Tim. Lajuez murmuró un «gracias», emocionada. Fue la primera victoria de Tim sobre sus demonios interiores, sobre las injusticias y las humillaciones de su vida.
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